miércoles, 29 de septiembre de 2010

Ludditas Sexuales 6 especial Drogas

Manifiesto PornoTerrorista Luddita Sexual

La propiedad privada es robo

Proudhon

La poesía debería estar al alcance de todxs

Conde Lautremont

Bacanal de falsificaciones en el reino de lo artificial.

Fangoria

Pero tu sabes, todavía hay muros contra este comunismo. Hay muros en nosotrxs, que amenazan sin cesar. No hemos dejado este mundo. Aun hay envidia, estupidez, el deseo de ser alguien, de ser reconocidx, la necesidad de valer algo y, peor aun, la necesidad de autoridad. Son las ruinas que el viejo mundo ha dejado en nosotrxs y que todavía no hemos abandonado.

El desierto no puede extenderse más pero aun puede profundizarse.

Todo está por construir. Deberás construir la lengua que habitarás y deberás encontrar los antepasados que te hagan mas libre. Deberás construir la casa en la que ya no vivirás sola. Deberás construir la nueva educación sentimental con la que volver a amar. Y todo lo harás sobre la hostilidad general porque quienes despiertan son la pesadilla de quienes aun duermen.

Tiqqun.

Existe una guerra allí afuera. Una guerra contra esta sociedad y contra esta civilización que se derrumba. Es una guerra bien curiosa. Solemos confundir al enemigo, equivocar sus santos y sus señas, pensar que nos enfrenta. En esta guerra bien curiosa también solemos confundir a las aliados, puesto que, muchas veces, es una guerra contra lo que en nuestros cuerpos habita, contra nosotras mismas. Otras veces es una guerra que primero debe hacer que el enemigo/problema tome forma para poder atacarlo.

Bajo este nuevo orden incierto, un personaje conceptual, una ficción de la modernidad, como todas nosotras, ha creado un concepto de suma utilidad. Un concepto como tantos otros. Conceptos son cosas tales como Máquina de guerra, Luddismo (Sexual), Aparato de Captura, Situacionismo, Surrealismo, Personaje Conceptual, Anarquismo, Asignación biopolítica, Sociedad de Control Farmacopornográfico.

Los conceptos suelen encerrar praxis vitales, formas de vida, estados de excepción, alianzas y estrategias factibles, llamamientos para encontrarnos en el medio de la niebla, modos de acción directa, atentados contra el orden como lo conocemos. Los conceptos no nacen solos pero, como las crías humanas, tampoco pertenecen a quienes las alumbran, sino al devenir de las ideas, a las ecologías que las han parido, a los gestos que transmiten, y sobre cualquier cuerpo que desee usarlos para conspirar contra lo establecido. Los conceptos son ontologicamente libres. La tierra y los conceptos “pertenecen” a quienes la habitan y la trabajan. Si es que algo son, es ser un modo de acción. “Los conceptos no son generalidades que se encuentran en el espíritu de la época. Al contrario, son singularidades que reaccionan frente a los flujos ordinarios de pensamiento (…) Un concepto es algo que posee una fuerza crítica, política y de libertad.” (Deleuze) Singularidad no es individualidad. Somos tecnovivos conectadas. La individualidad responde a los intereses del Imperio.

Se trata de un nueva máquina de guerra, poderosa y potente: arma eficiente que cuenta con manifiesta potencia de destrucción y creación propia de las bestias mitológicas. Es el fruto desviado, el vástago inconfeso, del cruce de una noche de juerga entre el accionismo vienés y la postpornografía. Este concepto como tal no tiene dueña, porque una potencia de esta magnitud debe poder ser invocada por cualquier cuerpo que se disponga a pelear contra el Imperio en términos de magia y sexo. Debe poder ser usado por todxs. “Si el intercambio es el criterio de la generalidad, el robo y la donación son los de la repetición. Existe por tanto una diferencia económica entre ambos” (Deleuze), esto significa la diferencia entre quien se va a la guerra y quien quiere vivir del arte.

Este concepto, decimos, tiene un nombre azaroso y pegadizo. Tiene un nombre que como todos los nombres no debe confundirnos: detrás de él no hay una identidad. Más aun, postulamos que toda identidad es una performance, una copia sin original, puesto que una identidad no hace más que excluir y segregar alianzas y estrategias, no hace más que entregar credenciales a lxs illuminati, erigirse en juez. Un nombre tampoco puede ser nunca una marca registrada, a pesar de que éste tiene un tono pegadizo. No se trata pues ni una forma de hacer arte ni una carrera personal -aunque algunas veces necesite de los nombres (de los personajes conceptuales, o las ficciones literarias biográficas que hacen uso de los conceptos) con la que nuestros cuerpos han sido violentados. Pero no debemos confundirnos.

Este concepto se ha dado a llamar: PornoTerrorismo.

De Porné (en griego, Prostituta pobre o esclava) y Terrorismo (Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror).

PornoTerrorismo es un concepto claro y transparente en cuanto a sus modos y sus intenciones. El PornoTerrorismo es libre, político, y se entrega en gratuidad. El PornoTerrorismo no tiene telós ni líderes, ni subcomandantes, ni cuadros ni autoridades, puesto que no es mesiánic. El PornoTerrorismo es un medio, no un fin. Un medio negativo, mayormente, que jamás niega una acusación, jamás reacciona ante una increpación, pero se expresa a través de una iniciativa de discurso -no discute con su enemigo ni se defiende: simplemente Ataca-.

Y como anti-arte, como arma de acción directa, como ritual mágico de encantamiento, como exorcismo público, como máquina de guerra contra el aparato de captura de la norma social hetero, como potencia visual -contra/semiosis- el PornoTerrorismo es un modo de, un cómo construir un nuevo uso de los placeres y reprogramar nuestros deseos, un cómo engendrar las nuevas pasiones alegres que acrecienten nuestras riquezas corporales, nuestras potencias inmanentes, un cómo destruir las máquinas de la fabricación de los géneros y así generar una contraproductividad desde el placer-saber.

El PornoTerrorismo es un modo privilegiado de hablar el lenguaje del deseo, de lamer la superficie rugosa del sexo, y romper el engranaje del circuito excitación-frustración, el dispositivo que reactualiza con más fuerza cada vez nuestra asignación biopolítica. El PornoTerrorismo es una forma de insurgencia, divergencia, contra hegemonía, subversión, una insurrección sexual, y una objeción de género.

Sin ser popular, todas podemos devenir pornoterroristas en tanto y en cuanto el PornoTerrorismo es un código y como tal está abierto. Todas podemos operar sobre él, y con muy pocos elementos agenciárnoslo para la lucha. El PornoTerrorismo, cual quimera, hereda del remix su forma de componer cut and paste y de la intertextualidad, la idea de que la obra se termina de construir en la instancia de la recepción porque su accionar es comunal y colectivo, y de que el arte mimético es una mentira inútil.

El ritual PornoTerrorista consta de algunos de los siguientes componentes verbales y somáticos:

  • Poemas o palabras encantatorias de alguna índole con carácter sexual, o que inciten a la acción directa.

  • Visuales de género, o aquellas producciones que esta civilización decadente y horripilante muestra en sus noticieros sin más, verdadera pornografía del Imperio narco-gore. Si son bajadas de internet y son de poca calidad, tanto mejor.

  • Música de alguna índole que permita llegar al trance. Original o no, preferentemente hecha por máquinas electrónicas.

  • Desdibujamiento de las fronteras entre artista (oh, repugnante idea enemiga) y presenciante que se atrevan a penetrar, intervenir, accionar sobre el cuerpo de la maga/performer.

  • Elementos de los juegos extremos BDSM como flagelación, agujas, o asfixias.

  • Piel descubierta en la superficie del cuerpo, cara cubierta por el pasamontañas típico del insurreccionalismo anarquista, o con el pañuelo a lo bandido del Far West. O cualquier máscara que tengamos a mano1.

  • Maquillaje al estilo Pris en Blade Runner o The Joker en el Caballero de la Noche.

  • Fluidos y escatologías de toda índole: squirt, flujo, semen, sangre humana sobre todo menstrual, mierda.

  • Prótesis como ser cuellos y caderas ortopédicas, dildos y arneses.

  • Yuxtaponerlos y jugar con ellos como mas absurdo les parezca.

El doble gesto, intangible y plástico, del PornoTerrorismo desautomatiza, y nos recuerda que podemos romper todo, barajar de nuevo, dejar de leer guiones y hacer lecturas que atenten contra el orden y la nada que SE nos propone. Plantea desenchufarnos, dejar de ser dóciles, buenas, acatadas, salir de la trinchera del YO, exponernos al dolor y sentirlo suave y caliente, conocer nuestra posición en este plan de destrucción masiva que SE nos dirige, y organizarnos de nuevo, en contra, en retirada ofensiva, no con maniquíes programados a la par nuestra, sino con afines y compañeras de lucha, fuertes. Cortar el flujo que alimenta y desagua las máquinas que pulen nuestra vitalidad segundo a segundo. La huelga humana, punto número uno. Desertar del Yo, del varón y de la mujer. Caminar hacia el desierto, alegremente, abandonar la ausencia.

El PornoTerrorismo traerá a la presencia lo que damos por sentado; fantasmas conceptuales y corpóreos que merodean en el mundo toman visibilidad, horrorizan. Vuelve a pintar el muro, que plantado frente a nuestros ojos, deviene asfixiante y pretende aplastarnos con sus reproches y sus reclamos de novia. Nos saca de la placenta que propone el Imperio. Nos recuerda principalmente una cosa: hay un código diseminado que programa este mundo, ese código, pese a los que SE nos dice y las amenazas, está abierto, y es posible modificarlo, reprogramarlo. Hay que hackearlo. El PornoTerrorismo es un comando más del hacker. Es una potencia viral que contagia. Todas pueden intervenir en él.

El PornoTerrorismo, en su acto mínimo, habilita más que horas de noticieros y días y siglos de democracia. Es un acto que hace presente, a través de una metáfora corporal, la posibilidad mágica de soñar pensar y traer aquí, como el chamán con el Más Allá, un mundo nuevo. El mundo que anida nuestros corazones. El mundo que late en nuestras entrañas. El mundo de quienes hemos despertado y somos la pesadilla de quienes aun duermen. Para la bruja el más allá está aquí mismo. Es una realización en constante devenir de una idea que nació para resistir, y que, independientemente del cuerpo que ha creído bautizarla, ya existe desde siempre y ha caminado mutando y metamorfoseándose para tomar la forma caprichosa que utilizamos ahora y que por tal -constante sin forma fija-, no reconoceremos como patrimonio de ninguna singularidad. Es contingente. “Amar la existencia de la cosa más que la propia cosa” dijeron los rusos. Y creímos en sus formalismos.

Disponemos de esta afilada arma para cortar tejidos, ver brotar sangre enemiga, bilis, y risas aliadas y propias, muchas risas. Las que aquí estamos no deseamos otra cosa que ver en llamas la ciudad del enemigo. Las licencias que atan pedazos del cielo con una nube, ideas con cuerpos, nos produce la náusea que el vómito no provoca. Y risas, risas que sanan. Como lenguas sobre nuestras pieles.

No hay compromiso posible con el arte o las ganancias cuando urge la vida. Cuando urge la pelea. Las madres de las plazas fruncen ceños y lustran bronces porque no conocen otra forma de decir algo que les duele en el pecho. Nosotras pensamos que estos berrinches infantiles son causa del control que SE nos aplica, y no dicen nada. Solo comunican ingenuamente algo que ocurre con una pared de por medio y solo podemos intuirlo como quien conoce la dirección del viento y pronostica lluvia. Nuestro gesto derrumba ese muro.

Tomen el Pornoterrorismo y háganlo suyo, coman de él todas, déjense poseer por él, que su mutación continué con tantas formas como cuerpos haya, que su escurridiza forma siga escapándose de las manos de todas, ya sea por cosquilleo, ya sea porque nos ha cortado la carne y ahora sangramos.

Peleá con nosotras. Tal nuestra invitación tal nuestro mandato. Que llueva sangre.

Interverní. Este manifiesto será re-escrito una y mil veces por todas...

http://ludditassexxxuales.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Spot radial Ludditas Sexuales en Radio Zonica, en vivo!


NED LUDD, FANTASMA

Todo comenzó un 12 de abril de 1811. Durante la noche, trescientos cincuenta hombres, mujeres y niños arremetieron contra una fábrica de hilados de Nottinghamshire, destruyendo los grandes telares a golpes de maza y prendiendo fuego a las instalaciones. Lo que allí ocurrió pronto sería folklore popular. La fábrica pertenecía a William Cartwright, fabricante de hilados de mala calidad pero pertrechado de nueva maquinaria. La fábrica, en sí misma, era por aquellos años un hongo nuevo el paisaje: lo habitual era el trabajo cumplido en pequeños talleres. Otros setenta telares fueron destrozados esa misma noche en otros pueblos de las cercanías. El incendio y el haz de mazas se desplazó luego hacia los condados vecinos de Derby, Lancashire y York, corazón de la Inglaterra de principios del siglo XIX y centro de gravedad de la Revolución Industrial. El reguero que había partido del pueblo de Arnold se expandió sin control por el centro de Inglaterra durante dos años, perseguido por un ejército de diez mil soldados al mando del general Thomas Maitland. ¿Diez mil soldados? Wellington mandaba sobre bastantes menos cuando inició sus movimientos contra Napoleón desde Portugal. ¿Más que contra Francia? Tiene sentido: Francia estaba en el aire de las inmediaciones y de las intimidaciones; pero no era la Francia napoleónica el fantasma que recorría la corte inglesa, sino la asamblearia. Sólo un cuarto de siglo había corrido desde el Año I de la Revolución. Diez mil soldados. El número es índice de lo muy difícil que fue acabar con los luditas.
Quizá porque los miembros del movimiento se confundían con la comunidad. En un doble sentido: contaban con el apoyo de la población, eran la población. Maitland y sus soldados buscaron desesperadamente a Ned Ludd, su líder. Pero no lo encontraron. Jamás podrían haberlo encontrado, porque Ned Ludd nunca existió: fue un nombre propio pergeñado por los pobladores para despistar a Maitland. Otros líderes que firmaron cartas burlonas, amenazantes o peticiones se apellidaban “Mr. Pistol”,
“Lady Ludd”, “Peter Plush” (felpa), “General Justice”, “No King”, “King Ludd” y “Joe Firebrand” (el incendiario). Algún remitente aclaraba que el sello de correos había sido estampado en los cercanos “Bosques de Sherwood”. Una mitología incipiente se superponía a otra más antigua. Los hombres de Maitland se vieron obligados a recurrir a espías, agentes provocadores e infiltra dos, que hasta entonces constituían un recurso poco esencial de la logística utilizada en casos de guerra exterior.
He aquí una reorganización temprana de la fuerza policial, a la cual ahora llamamos “inteligencia”. Si a los acontecimientos que lograron tener en vilo al reino y al Parlamento se los devoró el incinerador de la historia, es justamente porque el objetivo de los luditas no era político sino social y moral: no querían el poder sino poder desviar la dinámica de la industrialización acelerada. Una ambición imposible. Apenas quedaron testimonios: algunas canciones, actas de juicios, informes de autoridades militares o de espías, noticias periodísticas, cien mil libras de pérdidas, una sesión del Parlamento dedicada a ellos, poco más. Y los hechos: dos años de lucha social violenta, mil cien máquinas destruidas, un ejército enviado a “pacificar” las regiones sublevadas, cinco o seis fábricas quemadas, quince luditas muertos, trece confinados en Australia, otros catorce ahorcados ante las murallas del castillo de York, y algunos coletazos finales. ¿Por qué sabemos tan poco sobre las intenciones luditas y sobre su organización? La propia fantasmagoría de Ned Ludd lo explica: aquella fue una sublevación sin líderes, sin organización centralizada, sin libros capitales y con un objetivo quimérico: discutir de igual a igual con los nuevos industriales. Pero ninguna sublevación “espontánea”, ninguna huelga “salvaje”, ningún “estallido” de violencia popular salta de un repollo. Lleva años de incubación, generaciones transmitiéndose una herencia de maltrato, poblaciones enteras macerando saberes de resistencia: a veces, siglos enteros se vierten en un solo día.
La espoleta, generalmente, la saca el adversario. Hacia 1810, el alza de precios, la pérdida de mercados a causa de la guerra y un complot de los nuevos industriales y de los distribuidores de productos textiles de Londres para que éstos no compren mercadería a los talleres de las pequeñas aldeas textiles encendió la mecha. Por otra parte, las reuniones políticas y la libertad de letra impresa habían sido prohibidas con la excusa de la guerra contra Napoleón, y la ley prohibía emigrar a los tejedores, aunque se estuvieran muriendo de hambre: Inglaterra no debía entregar su expertise al mundo.
Los luditas inventaron una logística de urgencia. Ella abarcaba un sistema de delegados y de correos humanos que recorrían los cuatro condados, juramentos secretos de lealtad, técnicas de camuflaje, centinelas, organizadores de robo de armas en el campamento enemigo, pintadas en las paredes. Y además descollaron en el viejo arte de componer canciones de guerra, a las cuales llamaban himnos. En uno de los pocos que han sido recopilados puede aún escucharse: “Ella tiene un brazo / Y aunque sólo tiene uno /
Hay magia en ese brazo único / Que crucifica a millones / Destruyamos al Rey Vapor, el Salvaje Moloch”, y en otra: “Noche tras noche, cuando todo está quieto / Y la luna ya ha cruzado la colina / Marchamos a hacer nuestra voluntad / ¡Con hacha, pica y fusil!”. Las mazas que utilizaban los luditas provenían de la fábrica Enoch. Por eso cantaban “La Gran Enoch irá al frente / Deténgala quien se atreva, deténgala quien pueda / Adelante los hombres gallardos / ¡Con hacha, pica y fusil!”. La imagen de la maza trascenderá la breve epopeya ludita. En la iconología anarquista de principios de siglo, Hércules sindicalizados suelen estar a punto de aplastar con una gran maza, no ya máquinas, sino al sistema fabril entero. Todos estos blues de la técnica no deben hacer perder de vista que las autoridades no sólo querían aplastar la sublevación popular, también buscaban impedir la organización de sectas obreras, en una época en la cual solamente los industriales estaban unidos. Carbonarios, conjurados, la Mano Negra de Cádiz, sindicalistas revolucionarios: en el siglo pasado la horca fue la horma para muchas intentonas sediciosas.