miércoles, 16 de noviembre de 2011

Sacrificio a Cibeles de Beatriz Preciado y Virginie Despentes para revivir a Monique Wittig


Madre de los dioses inmortales, poderosa Cibeles, prepara rápido carro de rápida monta, tirado por leones-toro matadores.

Oh diosa que enarbola dildo, Cibeles, la de los muchos nombres, devora estos cuerpos de Beatriz Preciado y Virginie Despentes y traenos a Monique al trono central del cosmos.

Cibeles Domadora de profanadores y profanadoras, Dadora de Vida, Amante frenética, toma de estas impías tu placer, conviértelas en leones, Oh Diosa, y devuelve a la vida a la ingobernable Monique.

Poderosa Monique Wittig, indominable Wittig, termina con la heteronorma y su régimen disciplinario.

Oh, santa lésbica Wittig, muéstranos tu bestial squirting y extiende sin piedad tu furia sobre quienes profanan la radicalidad sexual.

Descarga tu odio y sangre sobre quienes osaron llamar al orden a la desobediencia, sobre quienes normalizaron la insubordinada rebeldía de tus sentencias, oh sanguinaria y fuerte Wittig.

Porta poderoso dildo y cúranos de la heterosexualidad, oh despiadada dominatrix. Seremos tus amantes. Salve oh Eris... es mejor morir a tiempo.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Oración a San Foucault

Oracion a Xangó de Sacrificio LGTTIBQ y de resucitamiento a Michel Foucault

"Kabio, kabio, sile, Xangó, bienvenido seas, San Marcos de León. Vos, bestia feroz, controla el movimiento Internacional LGTB para que se haga el sacrificio y Michel Foucault vuelva a la presencia.

Protector mío, San Foucault Divinidad Máxima, te suplico me infundas un deseo ardiente en los misterios del BDSM y en los placeres de extrañas formas y me concedas la gracia de no quebrantar jamás las afectaciones alegres.


Presérvame del esencialismo de las identidades LGTB, de las leyes y del poder disciplinario en nuestros cuerpos, siempre seré tu amante infiel.


Oh santo patrono de la desobediencia sexual, y de los extraños placeres, liberame de la liberación sexual gay y de sus promesas de integración.


Fistea mi ano hambriento, Oh poderoso Señor, y erradica de mi cuerpo toda forma de microfascismo heteronormal y homonormativo.


Dame el poder para resistir los embates del biopoder, oh gran sabio místico endildado leather.

Hágase tu deseo y tu placer. Semén".

martes, 1 de noviembre de 2011

Vuelven a la vida



por rea la radio
www.relaradio.com.ar
96.5

hoy 23 hs dia de los muertos
ultimando a los que ya no tienen que vivir mas
trayendo a la vida a algunos otros

triple x Lali la bestia

y hoy Lucio Greco y Mad Crampi




Oración a Santa Rosa L. Perlongher






Santa Rosa, "Rosa L. Perlongher ", tan derramada, tan abierta, encendida en vaselina, aborda con tocado de pluma el latrocinio, desparrama gráciles sentencias, que no retrasarán la salva, no pero que al menos permitirán guiñarle el ojo al fusilero. Santa Rosa L. Perlongher, circuída de coros de vírgenes bebidas y asesinos dichosos, levanta a todos los exiliados sexuales sorbiendo en lentas aspiraciones el zumo de las noches peligrosas. Creemos en la inmediatez, en la proximidad de los milagros, reaparece, entonces pues, en los estanques donde hubimos de hundirnos, salpicando, chorreando la felonía de la vida, tan nauseabunda, tan errática. Santa Rosa L. Perlongher, patrona de los exiliados sexuales, protégenos como un tiro clavado en la nalguicie de los elegetebé contra el matrimonio gay, aborta todos nuestros deseos heternormales, especialmente la familia nuclear y todos nuestros hijos que no nacerán. Aléjanos de la diversidad y la tolerancia, y no nos dejes sucumbir a la tentanción de la asimilación. Amén.



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Spot radial Ludditas Sexuales en Radio Zonica, en vivo!


NED LUDD, FANTASMA

Todo comenzó un 12 de abril de 1811. Durante la noche, trescientos cincuenta hombres, mujeres y niños arremetieron contra una fábrica de hilados de Nottinghamshire, destruyendo los grandes telares a golpes de maza y prendiendo fuego a las instalaciones. Lo que allí ocurrió pronto sería folklore popular. La fábrica pertenecía a William Cartwright, fabricante de hilados de mala calidad pero pertrechado de nueva maquinaria. La fábrica, en sí misma, era por aquellos años un hongo nuevo el paisaje: lo habitual era el trabajo cumplido en pequeños talleres. Otros setenta telares fueron destrozados esa misma noche en otros pueblos de las cercanías. El incendio y el haz de mazas se desplazó luego hacia los condados vecinos de Derby, Lancashire y York, corazón de la Inglaterra de principios del siglo XIX y centro de gravedad de la Revolución Industrial. El reguero que había partido del pueblo de Arnold se expandió sin control por el centro de Inglaterra durante dos años, perseguido por un ejército de diez mil soldados al mando del general Thomas Maitland. ¿Diez mil soldados? Wellington mandaba sobre bastantes menos cuando inició sus movimientos contra Napoleón desde Portugal. ¿Más que contra Francia? Tiene sentido: Francia estaba en el aire de las inmediaciones y de las intimidaciones; pero no era la Francia napoleónica el fantasma que recorría la corte inglesa, sino la asamblearia. Sólo un cuarto de siglo había corrido desde el Año I de la Revolución. Diez mil soldados. El número es índice de lo muy difícil que fue acabar con los luditas.
Quizá porque los miembros del movimiento se confundían con la comunidad. En un doble sentido: contaban con el apoyo de la población, eran la población. Maitland y sus soldados buscaron desesperadamente a Ned Ludd, su líder. Pero no lo encontraron. Jamás podrían haberlo encontrado, porque Ned Ludd nunca existió: fue un nombre propio pergeñado por los pobladores para despistar a Maitland. Otros líderes que firmaron cartas burlonas, amenazantes o peticiones se apellidaban “Mr. Pistol”,
“Lady Ludd”, “Peter Plush” (felpa), “General Justice”, “No King”, “King Ludd” y “Joe Firebrand” (el incendiario). Algún remitente aclaraba que el sello de correos había sido estampado en los cercanos “Bosques de Sherwood”. Una mitología incipiente se superponía a otra más antigua. Los hombres de Maitland se vieron obligados a recurrir a espías, agentes provocadores e infiltra dos, que hasta entonces constituían un recurso poco esencial de la logística utilizada en casos de guerra exterior.
He aquí una reorganización temprana de la fuerza policial, a la cual ahora llamamos “inteligencia”. Si a los acontecimientos que lograron tener en vilo al reino y al Parlamento se los devoró el incinerador de la historia, es justamente porque el objetivo de los luditas no era político sino social y moral: no querían el poder sino poder desviar la dinámica de la industrialización acelerada. Una ambición imposible. Apenas quedaron testimonios: algunas canciones, actas de juicios, informes de autoridades militares o de espías, noticias periodísticas, cien mil libras de pérdidas, una sesión del Parlamento dedicada a ellos, poco más. Y los hechos: dos años de lucha social violenta, mil cien máquinas destruidas, un ejército enviado a “pacificar” las regiones sublevadas, cinco o seis fábricas quemadas, quince luditas muertos, trece confinados en Australia, otros catorce ahorcados ante las murallas del castillo de York, y algunos coletazos finales. ¿Por qué sabemos tan poco sobre las intenciones luditas y sobre su organización? La propia fantasmagoría de Ned Ludd lo explica: aquella fue una sublevación sin líderes, sin organización centralizada, sin libros capitales y con un objetivo quimérico: discutir de igual a igual con los nuevos industriales. Pero ninguna sublevación “espontánea”, ninguna huelga “salvaje”, ningún “estallido” de violencia popular salta de un repollo. Lleva años de incubación, generaciones transmitiéndose una herencia de maltrato, poblaciones enteras macerando saberes de resistencia: a veces, siglos enteros se vierten en un solo día.
La espoleta, generalmente, la saca el adversario. Hacia 1810, el alza de precios, la pérdida de mercados a causa de la guerra y un complot de los nuevos industriales y de los distribuidores de productos textiles de Londres para que éstos no compren mercadería a los talleres de las pequeñas aldeas textiles encendió la mecha. Por otra parte, las reuniones políticas y la libertad de letra impresa habían sido prohibidas con la excusa de la guerra contra Napoleón, y la ley prohibía emigrar a los tejedores, aunque se estuvieran muriendo de hambre: Inglaterra no debía entregar su expertise al mundo.
Los luditas inventaron una logística de urgencia. Ella abarcaba un sistema de delegados y de correos humanos que recorrían los cuatro condados, juramentos secretos de lealtad, técnicas de camuflaje, centinelas, organizadores de robo de armas en el campamento enemigo, pintadas en las paredes. Y además descollaron en el viejo arte de componer canciones de guerra, a las cuales llamaban himnos. En uno de los pocos que han sido recopilados puede aún escucharse: “Ella tiene un brazo / Y aunque sólo tiene uno /
Hay magia en ese brazo único / Que crucifica a millones / Destruyamos al Rey Vapor, el Salvaje Moloch”, y en otra: “Noche tras noche, cuando todo está quieto / Y la luna ya ha cruzado la colina / Marchamos a hacer nuestra voluntad / ¡Con hacha, pica y fusil!”. Las mazas que utilizaban los luditas provenían de la fábrica Enoch. Por eso cantaban “La Gran Enoch irá al frente / Deténgala quien se atreva, deténgala quien pueda / Adelante los hombres gallardos / ¡Con hacha, pica y fusil!”. La imagen de la maza trascenderá la breve epopeya ludita. En la iconología anarquista de principios de siglo, Hércules sindicalizados suelen estar a punto de aplastar con una gran maza, no ya máquinas, sino al sistema fabril entero. Todos estos blues de la técnica no deben hacer perder de vista que las autoridades no sólo querían aplastar la sublevación popular, también buscaban impedir la organización de sectas obreras, en una época en la cual solamente los industriales estaban unidos. Carbonarios, conjurados, la Mano Negra de Cádiz, sindicalistas revolucionarios: en el siglo pasado la horca fue la horma para muchas intentonas sediciosas.